El Árbol del Ruiseñor
Hubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus maravillosos trinos.
La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían. También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito.
Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas.
Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.
Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.
El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.
Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.
Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.
Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.
El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.
De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.
Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.
Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.
Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.
Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.
A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.
El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.
Otro bonito cuento para que Salma aprenda nuevos valores.
ResponderEliminarSiempre eres dueño de lo que dejas en libertad.
Un beso, guapa.
Katy dijo...
ResponderEliminar"El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir"
Leyendo el cuento me he dado cuenta que el humano tenemos mucho de hongos y nos queda mucho por aprender.
Un beso
Gracias Katy por tu visita espero que hayas disfrutado de tus cortas vacaciones.
Te cuelgo tu comentario aqui, pues se coló en otra entrada...jajaja.
Un beso
Elena ya estoy deseando que le enseñen a leer para que ella misma vaya apendiendo estos buenos valores que se reflejan en los cuentos de siempre.
ResponderEliminarGracias por tu visita, un beso.
Anónimo dijo...
ResponderEliminarHola soy Maripaz del Baul de Laika. Me ha gustado mucho el precioso cuento del ruiseñor. Además con moraleja.
Te dejo un beso
12:58 AM
Marypaz guapa, ya lo tienes puesto en su lugar, estos de blogger siempre haciendo de las suyas...un beso.
ResponderEliminarBonito cuento,que algunos humanos no lo tendríamos que aplicar,y no destruir tanto a los demás,el hongo aprendió bien la lección
ResponderEliminarBesos
Pues si Antuan, tienes toda la razón tenemos que aprender muchas lecciones en te mundillo.
ResponderEliminarUn beso.
Un cuento precioso Sonrisa. No se puede utilizar la fuerza para dominar al inferior.
ResponderEliminarEn cuanto Salma sea un poco mayor va agradecerte estas historias que con tanto cariño le estas dedicando.
Un abrazo amiga.
Gracias Luisa, eso espero.
ResponderEliminarUn beso guapa.
¿Como estas amiga Sonrisa?
ResponderEliminarUn cuento contado con cariño y tranquilidad es un momento que el niño lo recordara siempre y si para colmo lo ha escrito su abuela no quiero ni contarte.
Precioso y con mucho ejemplo que es la esencia del cuento.
Un fuerte abrazo y que el fin de semana sea tranquilo.